¿Hay sentido común en el sistema educativo y la sociedad?

A menudo se afirma que el sentido común es el menos común de los sentidos. ¿Y qué es el sentido común? El uso del razonamiento lógico para resolver los problemas que nos interpone la vida cotidiana. Es decir, están relacionadas con el sentido común capacidades como la inteligencia y la lógica. Actuar con sentido común supone prever qué puede ocurrir en una situación dada anticipándonos a las consecuencias de nuestros actos y optando por la solución mejor, que nunca es la óptima. Es decir, supone aplicar el razonamiento hipotético deductivo y asumir que las utopías no forman parte del paisaje cotidiano y que hay que pactar con la realidad para alcanzar avances prácticos. Supone que cada vez que pensamos en una determinada medida, nos planteamos cuáles serán sus efectos reales en la población y si estos son perniciosos, por buena que idealmente sea la medida, no la realizaremos. Es el realismo por encima del idealismo.

Contra el sentido común se oponen el dogma y el prejuicio; es decir, no el pensamiento lógico, sino la creencia o el principio moral. Es el idealismo por encima del realismo.

Cualquier que haya leído hasta aquí creerá que nos estamos refiriendo a ese conjunto de dogmas de fe, axiomas y creencias que conforman las religiones. Y es cierto, de eso también hablamos; pero no solo de eso, sino también de los sistemas morales que acaban siendo un obstáculo para el desarrollo lógico y natural de las cosas y que, por tanto, acaban creando perversos círculos viciosos en la política o la educación, que es el caso que aquí nos ocupa. En la actualidad, los paladines del prejuicio, los maestros y sacerdotes del pueblo, no acuden a Dios o a la fe, sino a principios morales que nos hablan no de cómo son las cosas, sino como deberían ser (como deberían ser para estos individuos, por supuesto). Y estos monjes del prejuicio, estos maestros de pueblo, imponen su credo a todos los demás sin pensar en las consecuencias de las medidas que pretenden implantar. Las cosas deberían ser así y punto. Y si no lo son, nos negamos a aceptar la realidad. Ese es el círculo vicioso e insano del pensamiento apriorístico, que, como en el cuento del emperador, obliga a todo el mundo a decir que el emperador está vestido aunque esté desnudo.

Pondremos algunos ejemplos referidos al sistema educativo, donde hay legión de maestros de este tipo. El sentido común y la observación de la naturaleza en general y de los seres humanos en particular, nos muestra las enormes diferencias que existen entre unos seres humanos y otros. No hay hombre igual a otro; ni mujer igual a otra mujer.; ni mucho menos hombre igual a una mujer. Es más, cuando nosotros vamos a adquirir un producto o requerir un servicio, somos conscientes de que lo mejor es que sea personalizado e individualizado; cuanto más personalizado e individualizado mejor, pues por pura lógica (por puro sentido común) responderá mejor a los intereses de cada cual. Eso es el realismo y cuando cada uno paga las cosas de su bolsillo, busca exactamente esto. Y cuando acepta un producto no individualizado es por abaratar costes, no porque crea que es mejor.

Sin embargo, la moral dominante en la actualidad es la del igualitarismo, que no es la igualdad de derechos con la que estamos de acuerdo, sino la creencia de que todos los seres humanos somos iguales. Ese virus tiene totalmente infectada la sociedad y también el sistema educativo. Y por ello, en el sistema educativo (que no olvidemos, paga el Estado) obligamos a alumnos que naturalmente no tienen el menor interés por estudiar a que estudien porque deberían sentir ese interés. Obligamos a seres humanos activos y poco sedentarios a los que les gusta esencialmente moverse y hacer cosas más que discurrir sobre ellas (lo cual es perfectamente respetable) a que se sienten durante seis horas en una clase aunque los supuestos beneficiarios crean que están perdiendo el tiempo. Como creemos que lo bueno  y asumible es que titule el 85% d los alumnos que hacen ESO, pues nos dedicamos a facilitar los aprobados sin pensar en las nocivas consecuencias que eso tiene para la sociedad y que ya se están manifestando en todos los órdenes.

El sentido común también nos dice que las experiencias y la moral aprendida en el sistema educativo por un joven repercutirán en su vida y en toda la sociedad futura con lo que la actitud y moral de los enseñantes es clave. ¿Cómo explicarle a un ser humano que ha aprobado hasta una carrera universitaria sin dar un palo al agua (lo que como todo el mundo sabe es hoy moneda corriente) a que las cosas cuestan un esfuerzo? La salida natural a este tipo de existencia es la petición de una renta básica sin trabajar: es decir, el pan y circo romano. Y así, hoy ya hay organizaciones políticas que plantean en sus programas electorales dar dinero a muchas personas solo por el hecho de haber nacido. Se supone que eso es bueno porque es humanitario. Otra vez se impone el idealismo y la moral cristiana sobre el sentido común. ¿Qué ocurrirá si tal hacemos? ¿Que nos dice el sentido común? Pues obviamente que muchísimas personas no querrán esforzarse ni trabajar y se convertirán en parásitos de los que si trabajarán. Si estas ideas se extienden por parte de demagogos, maestros y sacerdotes del pueblo, el choque social está servido. Y la caída de la producción también. Al final, no trabajará nadie.

¿Por qué hay tanta gente contaminada de prejuicios morales? Ya Piaget señalaba que la mitad de la población era incapaz de desarrollar el pensamiento hipotético deductivo. Creo que una parte de la explicación va por aquí. Son recetas sencillas y moralmente agradables. ¿Quién no quiere ser solidario, buena persona; es decir, un buen cristiano o un comunista de buen corazón?

Por favor, apliquemos el sentido común a todo y neguémonos a escuchar las ideas de los moralistas, los maestros y los sacerdotes del pueblo.

¿De qué hablamos cuando hablamos de educación?

La semana pasada visité el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid. Hacía casi diez años que no iba por allí y las instalaciones han sufrido una reforma muy grande y seguramente extraordinariamente costosa.

Pero lo esencial que quiero contar no es esto, sino el inesperado espectáculo al que asistí. Coincidí en mi visita (iba con mi hija menor de siete años) con la de tres colegios. Lógicamente, los encontré en diferentes salas y en momentos distintos, pero los tres grupos era bastante parecidos.

Todos se componían de menos de veinte alumnos e iban acompañados de tres adultos como mínimo (había uno que llevaba cuatro). Esto quiere decir obviamente que la ratio en los tres colegios es bajísima, lo que sería un indicio evidente de buenos medios económicos. No era así en mis tiempos de escolar; eso desde luego.

Todos los grupos se sentaban en el suelo en corrillos ante las vitrinas de la exposición, con los maestros a su espalda, lo que es una buena muestra de su espíritu práctico. ¿Para qué estar de pie si se puede uno repantingar en el museo y descansar de la dura jornada?

Todos los grupos estaban compuestos por niños y niñas de unos ocho a diez años, de diferentes razas y culturas. Es evidente que esto es positivo, porque es muestra de una escuela pública e integradora.

Todos los niños estaban charlando abiertamente, con serenidad y sin prestar la menor atención al maestro o maestra, mientras este o esta les explicaba ésta o aquella pieza. Daba igual si eran los dioses egipcios, las tumbas neolíticas o la Dama de Elche. En ningún caso les prestaban la menor atención. Esto también es muestra de su libertad, independencia y espíritu crítico, pues eran capaces de decidir qué era mejor: si  bromear con sus amiguitos o atender a sus maestros.

Y ahora viene lo mejor de todo: en ningún caso los maestros hicieron absolutamente nada por evitar o corregir la situación. A menos de un metro de distancia de los niños, concentraban su mirada en la vitrina que se tratara, evitando voluntariamente ver cómo sus supuestos discípulos charlaban animadamente entre sí. Esto, obviamente, lo hacían para potenciar su autonomía.

Por otro lado, ninguno de los alumnos llevaba una carpeta o bolígrafo para tomar notas. ¿Para qué? se habrían dicho, si de lo que se trata es de ser libres y autónomos. Era evidente que sus maestros consideraban que una buena visita didáctica consiste en soltarles un rollo y que ellos escuchen pasivamente la explicación sin tener que hacer nada más…

Fue tal la vergüenza que me dio que en el tercer grupo no me pude contener y a uno de los niños que ya reía con desfachatez le toqué levemente la espalda y al volverse el niño asustado, le dije con tranquilidad y en voz baja y grave: «¿No crees que deberías callarte mientras habla tu maestra?». Todos los niños giraron sus cuellos para mirarme y se callaron. La maestra enrojeció.

La educación de calidad está en nosotros mismos, en la dignidad y responsabilidad. ¿Tanto cuesta darles una actividad que realizar que implique que tengan que sacar y anotar la información ellos solos, dejarles que ellos mismos la busquen orientándoles si es preciso y velando por su adecuado comportamiento y luego evaluar, con reflejo en la nota, lo que han hecho?

¿A cuánto se mide hoy la dignidad, el trabajo y el respeto en la educación pública? ¿Tanto cuesta trabajar y hacer que se respete nuestro trabajo? ¿Tanto cuesta explicarle a un niño por qué debe callar cuando habla su maestra? ¿Tan poca dignidad tenemos de cara a los alumnos?

¿De qué hablamos cuando hablamos de una enseñanza púbica y de calidad?

El socialismo se muere de éxito

Sí, han leído bien. El socialismo está muriendo de éxito. Esa es mi opinión. Y voy a argumentarla brevemente.

Lo primero que quiero hacer es definir qué entiendo por socialismo en este artículo. Y no me refiero aquí al término empleado por Marx, como ideología que busca la superación de la sociedad capitalista en una sociedad sin clases, sino que me refiero a lo que modernamente se ha llamado socialismo democrático o socialdemocracia. Es decir, a la ideología del conjunto de partidos que formaron la antigua Segunda Internacional y más modernamente denominada Internacional Socialista (PSOE, PSF, SPD, PASOK, PSI, etc). que consiste básicamente en un capitalismo con un nivel de impuestos muy fuerte que a su vez garantice subsidios y un sistema educativo y sanitario gratuitos. Algo que era un sueño para los socialdemócratas en 1915 y que convirtieron en su razón de ser, en su gran objetivo estratégico. Mientras tanto, los comunistas construyeron la URSS con los resultados de todos conocidos.

Pero en los últimos años, todos estos partidos socialistas están sufriendo un importantísimo retroceso. Comenzó la debacle con el fin del Partido Socialista Italiano, al que siguió luego el griego PASOK y al que se han sucedido las importantísimas crisis que sufre la socialdemocracia en Reino Unido, Alemania, en España y ahora también en Francia, donde el otrora poderoso PSF no ha llegado al 7% de los votos en las últimas elecciones.

¿Y por qué ocurre esto? Hay diferentes causas o razones, pero en mi modesta opinión, lo fundamental es que la ideología que dio lugar al surgimiento de la socialdemócrata a principios del siglo XX (apuntalamiento del estado del bienestar dentro del sistema capitalista, subsidios sociales, alto nivel de impuestos, libertades democráticas) son hoy una realidad en toda Europa. Es más, mientras que en los inicios del siglo XX o en otros países, como en Estados Unidos, las fuerzas de derechas no apoyan estas políticas y se oponen furiosamente a las mismas (defendiendo por tanto un modelo abiertamente liberal), lo cierto es que la derecha europea ha hecho suyas estas políticas hasta el punto de que si nos fijamos, sea el país que fuere en el que gobierne la derecha, lo cierto es que no acaban ni con subsidios, ni con los altos niveles impositivos, ni con el aborto ni con el divorcio, ni con un amplio gasto en educación y sanidad. Esa es, digan lo que digan, la verdad. Y por ello, el socialismo democrático, alcanzados sus objetivos fundacionales,  tiene dos opciones: o fusionarse realmente en un mismo cuerpo político con quien en la práctica defiende las mismas ideas (la derecha) o bien lanzarse hacia la extrema izquierda, asumiendo postulado políticos que tradicionalmente han sido propios del comunismo o de ideologías ajenas al socialismo originario (feminismo, ecologismo, animalismo…).

Defender que el socialismo fue anticapitalista y extremista, como defienden algunos militantes, es una falta a la verdad. ¿O acaso no fue el PSOE quien realizó la reconversión en los años ochenta, privatizó las empresas públicas, aprobó el aborto, diseñó el sistema educativo y sanitario que tenemos y nos metió en la OTAN?  ¿Cuál de esas políticas ha sido derogada por el Partido Popular? Ninguna.

Hoy, se pongan como se pongan las bases socialistas y algunos de sus dirigentes, lo cierto es que desde postulados socialdemócratas ya no hay margen para enfrentarse a la derecha real, porque la derecha se ha echado a la izquierda hasta confundirse con ella como si dos líquidos echados en un mismo recipiente se hubieran acabado mezclando hasta hacerse indistinguibles uno de otro y conformar una sola sustancia.

Afortunadamente, esa sustancia es la de la moderación y el consenso. Espero que los socialistas se den cuenta de su triunfo real y no se echen a la izquierda para convertirse en lo que nunca fueron: comunistas.

Es tiempo de unirse frente a los extremismos, que solo pueden medrar si las personas buenas y sensatas nos fijamos más en lo muchísimo que tenemos en común que en lo poco que nos separa.. Quiera Dios que seamos capaces de mirar a los demás con empatía para verlo.

En manos de la televisión

En las últimas semanas se han ido sucediendo una serie de noticias que son verdaderamente escandalosas. Y no me estoy refiriendo simplemente a los casos de corrupción, que lo son y mucho. La familia Pujol o Ignacio González se suman a una larga y desastrosa lista que encabeza, tristemente, la propia Casa Real. No es que los minimicemos, pero la corrupción ha existido y existirá siempre (como ya señalamos en otra entrada en este mismo blog), porque no es que los políticos sean corruptos, sino que los seres humanos son corruptos y ha sido, es y será imposible evitarlo.

Pero en este contexto de corrupción generalizada, quiero poner el énfasis en un aspecto que, entre la hoguera de informaciones que nos consume, se ha relegado a un discreto segundo o tercer plano y que, sin embargo, es una muestra mucho más palpable que el Tramabús de cómo funciona nuestro sistema político. La Guardia Civil, en su afán persecutorio de la operación sobre el Canal de Isabel II ha interceptado unas grabaciones en las que el presidente del diario La Razón y adjunto al presidente de Atresmedia,, un anteriormente desconocido Mauricio Casals, le dice a un encarcelado por la operación que «el sándwich al PSOE con La Sexta funciona de cine». Es decir, reconoce que la línea editorial de La Sexta sirve para potenciar a Podemos y, como consecuencia, debilitar al PSOE, lo que a su vez favorecería al PP, pues una gran parte del electorado, temeroso de que gobierne un partido de extrema izquierda, que apoya tácita o expresamente dictaduras como la cubana o la venezolana, votaría al PP como forma de evitar el triunfo de los comunistas de Podemos.

Efectivamente, este hecho se está produciendo y de ahí que, a pesar del lodazal cotidiano de casos de corrupción que asola al PP, la mayor parte de los españoles le han confiado, aunque poniéndose unas pinzas en la nariz, su voto.

A menudo oímos hablar a muchas personas jactándose de su independencia. Hemos podido ver en las tertulias de La Sexta a periodistas cercanos al PP y cercanos a Podemos enfrentarse de forma ácida, reivindicándose como paladines de la moral y la dignidad. Hay podemitas que hablan como si ellos mismos fueran Jesucristo resucitado, que vinieran a liberar a la humanidad (o al menos a España) de la opresión de una casta insana, de una trama abominable. y criticando a los medios. ¿Pero qué sería de Pablo Iglesias y de Podemos sin La Sexta? ¿No participan todos de otra trama infecta? ¿Por qué no aparece en el Tramabús el propio Casals o Marhuenda o el mismo García Ferreras? Hemos oído también a los gobernantes del PP enfrentarse a ellos un día para a los dos o tres días estar entre rejas. Vemos a diario a ese portento de la intelectualidad, un tal Wyoming, reírse y ridiculizar a los populares, sabiendo que es un peón de una estrategia diseñada desde Génova para debilitar al PSOE.

Y ahora resulta que todo esto no es más que un circo en el que unos y otros se rhan repartido las caretas para medrar a costa del pobre ciudadano que, debe optar entre Guatemala y Guatepeor. Porque para un votante moderado, para una persona con cierto sentido común y un mínimo de inteligencia, escuchar a este personaje es una garantía de que Rajoy gobernará siempre.

Así que por un lado, tenemos un Gobierno que en vez de potenciar un PSOE leal con España, la Unión Europea y el capitalismo reformista (lo que sería lógico) prefiere crear un Frankenstein que aterrorice a las personas conservadoras y les haga cautivo de su mensaje: yo o el caos. Por el otro, tenemos un partido comunista que se ha rebautizado y ocultado tras el 15-M de la misma forma que ahora Le Pen quiere ocultarse disolviendo el Frente Nacional en un movimiento de patriotas.

Y los pobres ciudadanos españoles, ¿qué podemos hacer? Pues al menos, ser conscientes de que por mala que sea la corrupción económica, que lo es; peor es la corrupción moral. Al menos ser conscientes de que estamos en manos de la televisión y de que estas no son las bases de la regeneración pues la estrategia de elevar un monstruo comunista de la nada (como ha hecho Podemos gracias a la televisión), solo puede conducir al final a la violencia.