En los últimos días, venimos oyendo quejas terroríficas sobre la corrupción de la Universidad Rey Juan Carlos, en un intento de situar el foco del desprecio y el descrédito en esta institución, como si la infección de la corrupción educativa se pudiese circunscribir a este centro. ¿Su delito? Que esta universidad creció gracias al Partido Popular y albergó y alberga profesores cercanos a ese partido. Todas las demás, la Universidad Complutense (donde hay una buena cantera de la izquierda y Podemos), la Universidad del País Vasco (donde han titulado desde la cárcel muchos etarras), la Carlos III o la Universidad Camilo José Cela (originadas y dominadas por el PSOE) serían templos inmaculados del saber, mientras que la URJC sería una cueva de ladrones. Desde este artículo nos proponemos dar una visión diferente sobre el tema.
Todo el sistema educativo español está corrompido
La mayor parte de la población escucha y asimila esa versión oficial. Sin ir más lejos, estos días he escuchado a varias personas en mi centro hacer chistes diciendo que si sus hijas suspendían en la universidad, las mandarían a la URJC, para acto seguido afirmar que “de todas formas ahora (y ese ahora quiere decir en realidad desde que se trata el tema del doctor Sánchez) los periodistas parece que no han pasado por la universidad y no saben que todas las tesis son compuestos de otras investigaciones.” Esta va a ser la tesis (sic) dominante en los próximos meses, no porque sea verdad o mentira, sino porque la caída de Sánchez acarrearía la caída de todos los que le han puesto allí (desde los neocomunistas de Podemos a los separatistas de Convergencia) y por ello el Gobierno PSOE, la televisión que controla (toda) y sus apoyos políticos van a hacer la vista gorda y pasar página lo antes posible. Sánchez será lo que sea, pero es su presidente. Defenestrar a Sánchez es convocar elecciones y eso les llevaría a todos (desde Podemos hasta el PNV) a una posición incierta, mientras que lo cierto es que ahora están en el poder.
Pero la realidad es muy diferente a esta versión mediática. Lo cierto es que todo el sistema educativo está corrompido como un lodazal. Es más, está tan corrompido que casi ninguno de sus integrantes (alumnos y profesores) se atreve a decir la verdad. Unos porque respiran ese aire viciado desde que ingresaron en el sistema y no son capaces ya de distinguir el aire puro; otros porque tienen intereses en que las cosas sigan siendo como son. Y cuando millones de personas (y hablamos de millones) se ven favorecidos por la corrupción, esta deja de ser tal para convertirse en lo normal. Eso es lo que explica la reacción de mis conocidos.
La corrupción es el oxígeno del sistema educativo
La corrupción del sistema educativo español no está en que una parte de los másteres de la URJC se haya dado de forma fraudulenta como prebenda política (lo que es una realidad), sino en que todo el sistema educativo es fraudulento en sí. Hoy todos sabemos que un titulo académico en España, sea del nivel educativo que fuere, no significa que la persona que lo posee tiene los conocimientos para los que el título faculta. Ni el título de primaria, ni el de secundaria, ni el de bachillerato, ni los universitarios garantizan (como es lógico que fuera) que la persona que lo ostenta tiene la capacidad que el título supone. Es más, estamos en un sistema tan corrupto, que ni siquiera ser profesor es garantía de nada, pues hay profesores que han aprobado las oposiciones ayudados por los miembros de los tribunales (en la universidad por puro enchufismo político al que llaman “endogamia” como el caso del doctor Sánchez y en primaria y secundaria por una bondad mal entendida que hace que los miembros de los tribunales no sean rígidos al evaluar los ejercicios de los candidatos). De eso es de lo que se han valido Sánchez, Casado, Cifuentes y todos los demás. ¿O acaso es casualidad que una gran parte de los diputados del PSOE sean y hayan sido doctores de Derecho constitucional?
De esta corrupción (a menor o mayor escala) es de la que se han valido miles de personas en España para ser docentes. ¿Eso quiere decir que todos los profesores están ahí sin mérito alguno? Desde luego que no. Yo soy profesor y fui el número uno de mi tribunal (éramos trescientos y solo había dos plazas). Y son también miles los que han alcanzado su plaza por mérito y capacidad. Y son miles los que investigan en la universidad dejándose muchas horas en los laboratorios. No hablamos de esto, sino de si es posible obtener las plazas sin tener ni mérito ni capacidad. Y la respuesta, tristemente, es sí. Y el caso del doctor Sánchez, como tantos otros que no alcanzan notoriedad mediática, lo demuestra. Como he oído decir esta semana, “eso es lo que es una investigación en la universidad”.
Esta corrupción global del sistema no trasciende a los medios, pero es una realidad cotidiana de la que, como de las almorranas, nadie se queja, pasando a ser ese oscuro lodazal en el que se desarrolla el llamado “proceso de enseñanza-aprendizaje” (obsérvese la pomposidad del término que nos evoca otras latitudes) en los centros. Ese es el aire en el que se desarrolla la vida académica. Como sabemos, las cosas que nos envuelven dejan de percibirse, como ocurre con el oxígeno que respiramos. ¿Si pasó en Alemania con el dolor invisible de los judíos en los años treinta cuando los reprimían por millones sin que “nadie se diese cuenta”, no va a pasar aquí con una cuestión mucho más difícilmente detectable?
Aprobad a toda costa y mirad hacia otro lado
Han sido las propias administraciones educativas autonómicas, siempre dirigidas o claudicantes ante el PSOE, quienes han presionado desde hace décadas a los docentes para que aumenten las tasas de aprobados en todos los niveles. La Junta de Andalucía, por ejemplo, dio miles de euros a cada docente que se apuntó a su Plan de Mejora (sic). Esta cantidad se cobraba por el profesor solo en caso de que este aumentase significativamente su porcentaje de aprobados. También en la Universidad, los profesores cobran hoy día un plus que depende de su tasa de aprobados. En secundaria, el profesor que suspende debe hacer un informe explicando por qué eso ocurre y los aprobados de despacho promulgados por la inspección educativa (siempre cercana al poder político) son una constante en los institutos cada verano. Esta situación ha determinado que los padres sean cada vez más conscientes de que, presionando al profesor, este acaba aprobando a su hijo y, por ello, las reclamaciones oficiales de notas son hoy un elemento cotidiano en los centros. Además, ese entorno cada vez más violento de los centros de secundaria, con acoso escolar a alumnos y agresiones a profesores, ha acabado conduciendo a los docentes a anticiparse a estos posibles problemas de la forma más sencilla y menos traumática. ¿Cómo? Aprobando de antemano a alumnos que, de otra manera, habrían suspendido. Eso no significa que todas las personas que tienen hoy un título en España hayan necesitado de esa connivencia corrupta. Nada más lejos de la realidad, pues hay y habrá miles de alumnos inteligentes y aplicados. De hecho, ellos son los primeros perjudicados por este perverso sistema de regalo de titulaciones, porque su mismo título lo han obtenido y lo obtendrán muchas otras personas que solo han podido obtenerlo gracias a una equivocada conmiseración por parte de los docentes. Unos aprueban y a otros los aprobamos. Yo mismo lo he hecho en ocasiones, presionado por diferentes circunstancias.
Dame pan y llámame listo
En todo caso, esa idea halagadora que hoy proclaman los políticos de que “los jóvenes se dejan la piel para sacarse el título”, esa idea demagógica de que cuesta un tremendo esfuerzo obtener un título es en términos generales una rotunda falsedad. Obtener un grado universitario en España es más fácil que nunca y el nivel medio de un universitario de 2018 está por debajo del de un alumno de COU de 1985. Esa es la realidad constatable por cualquier persona que no se deje llevar por la realidad falsificada de los medios.
Cualquier maestro sabe que hoy en día es muy raro que un alumno suspenda un curso. Cualquier profesor sabe que hoy en día una gran parte de los alumnos pasa por los institutos de curso en curso sin dominar los contenidos y es aprobada por no generarse problemas con padres e inspectores. Cualquier persona que tenga hijos o familiares en la universidad sabe qué tipo de alumnado puede llegar allí y el nivel bajísimo de conocimientos que en muchos aspectos muestra. Ese es el caldo de cultivo que permite que una tesis no sea una tesis y un máster no sea un máster. Los políticos han diseñado un sistema del que millones de personas se aprovechan y ellos, al estar más arriba, simplemente, se aprovechan a un nivel superior. Los políticos, sobre todo los del PSOE, han ocupado la universidad como el “banquillo” de un equipo de fútbol. Mientras son suplentes, esperan pacientemente dando opiniones en los medios en tertulias y entrevistas y dominando la universidad hasta que un día les llaman para formar parte de listas electorales y se hacen diputados. El día que dejan el acta de diputados vuelven a sus clases universitarias y a crear estados de opinión desde los medios. Esa es la realidad de la universidad española desde que yo estudié y fui representante estudiantil universitario en los años ochenta. Pero no son solo ellos los corruptos, sino millones de personas que saben, repito saben perfectamente, que todo el sistema está corrupto y por eso no quieren dar clase en los grupos de responsabilidad de los institutos como 4º y sobre todo, 2º de Bachillerato, donde las presiones para el aprobado de los alumnos son brutales. Como decía antes, habrá personas absolutamente puras, pero yo no las he conocido hasta ahora.
Esa es la gran corrupción del sistema educativo de la que nadie va a hablar, porque hay tantas personas que la practican (empezando por mí mismo) y tantas otras que se favorecen o se avergüenzan de ella, que a nadie le interesa desenmascararla. Eso es lo que explica que pocos profesores quieran dar clase en el curso preuniversitario.
Los graduados en Económicas acaban de administrativos
Si se desenmascarase esta corrupción, llegarían muchos menos alumnos al bachillerato y a la universidad, con lo que miles de profesores irían directamente al paro. Eso sí, los graduados que saliesen de ella serían escogidos y no necesitarían hacer luego tres másteres para obtener un empleo acorde con su título, con lo que el gasto en educación disminuiría sensiblemente. ¿Quién gana con el sistema actual? El profesorado. ¿Quién pierde? La sociedad, que paga 8000 € anuales por cada alumno matriculado y curso universitario pues este es el coste real (descontado lo que paga en matrícula) de su asistencia a clase. Mucho de ese dinero es un dinero tirado directamente al mar, porque esos titulados no trabajarán de economistas o abogados nunca. Los profesores universitarios, mientras tanto, pueden dedicarse a diseñar másteres y vivir razonablemente bien dando clase a los posgraduados. Un chollo que pagamos toda la sociedad. Igual que el comunismo fabricaba productos inservibles, el socialismo se dedica a fabricar graduados inservibles.
Esta estrategia hiperprotectora y falsa conduce además, inevitablemente, a que alumnos mediocres o incluso malos no se enfrenten a su verdadera situación vital hasta cumplir la treintena o la cuarentena. Hoy hay una parte de la generación LOGSE que se encuentra con que, habiendo sido mimada por sus padres y aprobada con facilidad en colegio, instituto y universidad, es incapaz de hacer valer su título y fracasa a la hora de enfrentarse a las oposiciones o al conseguir un trabajo acorde con su teórica formación. Hay economistas que hacen trabajo de administrativos, graduados en Derecho de tele-operadores y un largo etcétera que todos conocemos.
Esa es la realidad, el traje nuevo del emperador que nadie se atreve a denunciar. Y por eso, seguiremos hablando de los másteres de Casado y de las tesis del doctor Sánchez, cuando son simplemente la guinda del enorme lodazal (y no la pregunta parlamentaria de Rivera según la acusación del doctor Sanchez ) en que han convertido los políticos la educación en España.