¿Hacia dónde va la España de Pedro Sánchez?

Tras la proclamación relámpago de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España, tras disiparse el humo y los efluvios del acto, nos vamos a atrever nosotros también a realizar una sencilla profecía. Se trata de un ejercicio acrobático, difícil y sin red, cuyo acierto o error se verá en los próximos meses.

La primera idea clave es que el Gobierno va a durar hasta que alguna de las formaciones que apoyan al Gobierno (singularmente el PSOE) crea que unas elecciones le favorecen y eso quiere decir que incluso se puede agotar la legislatura. Si esta moción de censura ha salido adelante es porque ninguno de los partidos, excepto Ciudadanos, quiere elecciones. Todos hablan de democracia, pero en estos momentos nadie quiere dar la voz a los ciudadanos, porque saben que ahora mismo Ciudadanos podría ganar holgadamente las elecciones. Muy especialmente, esto es válido para el PSOE, que va a intentar perpetuarse en el poder tras la siguiente cita electoral. Emplearán los dos años que les quedan, ya con presupuestos aprobados, en volcarse en la máquina propagandística para mostrarse como receptor natural del voto de centro izquierda. Otra cosa es que lo consigan, pues dependerá de la presión a la que le sometan los separatistas.

Si los separatistas se muestran firmes en sus posiciones (en ese falso diálogo que solo discute un punto: fijar la fecha y condiciones de los referéndums secesionistas en Cataluña, Vasconia y Navarra), Pedro Sánchez no podrá darles lo que piden (la vía a la secesión) sin romper su propio partido, pues socialistas en Castilla, Andalucía o Extremadura no podrán consentir la ruptura de la nación. Por tanto, Sánchez se vería abocado a un dilema: o mantener el Gobierno sobre un partido y una España rota (lo que es imposible) o sobre una España unida y un partido roto (lo que también sería imposible). Es decir, la crisis del PSOE sería terrible y la ruptura del PSOE (por la salida de una de las dos facciones) a medio o largo plazo, inevitable.

Pero es muy posible que los separatistas no quieran hoy elecciones tampoco y busquen una tregua táctica.. De hecho, hay ya un primer gesto de que esa tregua se puede producir y es que Torra ya ha pasado por el aro de proponer para su Gobierno consejeros nuevos, sin cargas judiciales pendientes. Los separatistas, tras el fallido golpe, van a volver a sus cuarteles de invierno, a reorganizarse y a acumular fuerzas para, andando el tiempo, cuando lo estimen oportuno, volver a la carga contra España para, esta vez sí, alcanzar sus objetivos finales y destruir la nación. Para contentar al electorado separatista, a Pugidemont y los suyos les van a bastar gestos de apaciguamiento por parte de Sánchez, como puedan ser inicialmente «mesas de diálogo» y el acercamiento de los sediciosos encarcelados a prisiones catalanas, Los separatistas saben que hoy por hoy no pueden conseguir mucho más, porque si Sánchez accediera al referéndum, el PSOE y la propia España saltaría en mil pedazos. Así que Torra, Puigdemont y compañía esperarán a que pase el tiempo y a que la acción del nuevo Ministerio de Justicia les permita a sus encarcelados incluso la libertad condicional antes del juicio. Es posble que, además, los separatistas prosigan ahora (con el consentimiento de Madrid) su acción en el exterior con sus embajadas y de seguro afinarán (gracias a los impuestos de todos los españoles) todo su aparato educativo, mediático y policial preparando el siguiente asalto contra España. La política de gestos cobrará enorme importancia durante estos meses, porque así podrán esconder y justificar que estén abandonando (tácticamente) el objetivo final. Eso sí; seguirán intentando armar a su Policía para el próximo choque con el Estado. Es decir, se trata de una tregua, nunca de una paz.

Caso parecido es el del PNV, que tampoco quiere elecciones y que también quiere justificarse ante su electorado. Sus movimientos hacia la vía catalana irán en aumento en este periodo. Tienen miedo de que una reacción de la ciudadanía española pudiese destronar a Sánchez y condujese a un Gobierno español que incluso pusiera en duda el cupo vasco. Se concentrarán sobre todo en acercar los presos etarras a las cárceles vascas y se volcarán en fingir un paisaje de reconciliación interna con la inestimable ayuda de los socialistas vascos. Los proetarras de Bildu navegarán en esa misma estela.

Los neocomunistas de Podemos intentarán dar a Sánchez el abrazo del oso. En mi opinión, Iglesias ha llegado al convencimiento por fin de que España no es Venezuela y de que, no habiendo en nuestra nación una clase social miserable que se conforme con subsistir gracias a subsidios (la base del populismo americano), su acceso al poder en solitario es imposible. Cuando se alejó de la careta comunista de IU se quejaba de que estaba llena de “pitufos gruñones”, pero él se ha convertido en el nuevo “pitufo gruñón”; eso sí, desde su nuevo chalé de Galapagar. Van a ser el socio más agrio de Sánchez y el que les va a proponer más problemas, pero menos de los que les gustaría porque su popularidad en España cada vez será menor.

¿Y si estas fuerzas son tan heterogéneas en qué pueden estar de acuerdo?

Pedro Sánchez ha sido llevado al poder por fuerzas muy dispares que solo tienen en común el deseo de romper el consenso constitucional de 1978 para sustituirlo por una república (o por varias, si añadimos la catalana y la vasca). Pero la política económica de PNV y Podemos es absolutamente irreconciliable, así que ¿en qué pueden estar de acuerdo todos?

En primer lugar, en el guerracivilismo que utilizó Felipe González y afiló dramáticamente Zapatero. La Ley de memoria histórica reunirá enormes cantidades de dinero e impondrá la visión estalinista de la historia de los años treinta, incluso con medidas coercitivas. Veremos series, películas, documentales y libros que seguirán en esta estela de enfrentamiento ochenta años después de la finalización del conflicto. ¿Por qué? Porque de ese guerracivilismo viene la culpabilizacón de la derecha española y su castración ideológica. De ahí es de donde extraen todos ellos el argumentario para deslegitimar la ideología liberal y nacional.

En segundo lugar, veremos un auge tremendo de todo lo que tenga que ver con el feminismo. Las campañas y el dinero que se va a donar al movimiento feminista van a ser también tremendos. A esta vorágine se sumarán presumiblemente también Ciudadanos y el PP, incapaces, como ya hemos visto, de articular un discurso propio y ecuánime sobre el tema.

En tercer lugar, la educación. La derogación/modificación de la LOMCE  va a ser cuestión de meses. Puede que no llegue ni a comenzar el nuevo curso académico. Es posible que no puedan a corto plazo sustituirla por otra ley por su falta de entendimiento interno, pero sí harán que cobren naturaleza el adoctrinamiento feminista, guerracivilista y antiespañol en las escuelas (sobre todo en las catalanas).

En cuarto lugar, la lucha contra la lengua española. Los procesos contra la lengua española en Navarra, Valencia y Asturias cobrarán mayor vigor y pronto se traducirán en medidas educativas y sociales que significarán el debilitamiento de los hispanohablantes y la fragmentación de la convivencia entre españoles dificultando la emigración al evitar el acceso a la función pública por medio de medidas lingüísticas.

En quinto lugar, gestos contra la Iglesia. Tampoco excesivos por dos razones. La primera porque en Cataluña y Vasconia, el clero se ha demostrado como manantial del separatismo desde siempre y, en segundo lugar, porque la Iglesia ya ha mostrado en estos meses su pasividad ante la destrucción de España. Parece mentira que una institución que no sería hoy nada sin la labor de España en América, no haya emitido una sola nota sobre Cataluña. Incluso, en determinados sectores eclesiásticos, la ideología está más cercana al PSOE que a la derecha liberal.

La reorganización de las fuerzas nacionales

Con la disipación del humo de la moción, un nuevo paisaje se nos dibuja. Hay unas fuerzas que se han unido a un lado para echar a Rajoy. Son las mismas fuerzas que estaban unidas en el llamado bando republicano durante la guerra civil: socialistas, comunistas y separatistas. Yo sé que no es esto lo que desearían los socialistas, pero las cosas por norma general, ocurren de una manera porque no pueden ocurrir de otra. Es el precio de haber seguido apostando hasta hoy por el guerracivilismo y haber preferido durante décadas a la derecha racista catalana y vasca a la derecha española. El PSOE, el verdadero hacedor cultural de la España en que vivimos, ha creado una sociedad en la que los viejos fantasmas de hace un siglo siguen en pie. No se puede invocar a los muertos impunemente. Porque ahora, nuevamente, esos muertos les han convocado. Y ellos, los socialistas, nuevamente, han acudido a su llamada y se han alineado juntos.

Y cuando un frente se alza ante ti, hay dos opciones: o ignorarlo o enfrentarlo. Rajoy optó, como toda la derecha española desde la transición, por ignorarlo, renunciando a actuar y a defender ideas y programa. Rajoy renunció a defender a la nación. Rivera ha demostrado hasta ahora su incapacidad para actuar y su incomprensión del desarrollo de los movimientos sociales que, en muchas ocasiones, se dan como resultado de un proceso de acción-reacción.. A cada palabra de los adversarios hay que responder con otra palabra. A cada acción de los adversarios, hay que responder con otra acción Eso se traduce hoy de la siguiente forma. A cada palabra de los enemigos de España hay que responder con otra palabra. A cada acción de los enemigos de España, hay que responder con otra acción. Y Rivera no está haciendo esto como vemos cada día en Cataluña, donde la población asiste al rearme separatista sin que nada se le oponga.

Como en tantos otros momentos de la historia, los españoles nos enfrentamos a la crisis nacional sin el apoyo de nuestra burguesía que, nuevamente, ha evidenciado su ceguera y falta de patriotismo, prefiriendo su cuenta de resultados a la cohesión nacional. No son conscientes, ni ellos ni tantos otros, de que, si desaparece España, gran parte de su negocio estará perdido. Sí son conscientes muchos españoles que comprenden que, si se rompe la nación, todo lo construido juntos desde hace milenios, desde los hospitales hasta las carreteras, se destruirá. Si son conscientes muchos españoles de que todos los lazos entre familiares de distintas regiones, todo lo amado y recorrido unidos en cordial convivencia, se destruirá. Y esos españoles, que son la mayoría, no quieren que eso se pierda.

La mayoría de los españoles queremos tener amigos y familiares en otras zonas de nuestro país y saber que algo más que la amistad nos une a ellos. Y ese algo más es España. La mayoría de los españoles queremos pasear por todas las regiones de España sintiéndonos en casa, comunicándonos en nuestra lengua común, que es el español. Y eso es España. La mayoría de los españoles sabemos que provenimos de un pasado unido en el que hemos vivido unidos hechos memorables y lamentables y que esa es nuestra historia.  Y eso es España. La mayoría de los españoles sabemos que somos una de las grandes naciones de Europa y que nuestra aportación a la historia de la humanidad es indiscutible. La mayoría de los españoles sabe que unidos somos más fuertes. Y eso es España.

Y por eso España sabe que se mantiene unida, como siempre ha sido desde la época romana, porque los españoles, a pesar de las minorías amargadas de cada zona y a pesar de nuestros torpes y egoístas caudillos, nos queremos y nos seguiremos queriendo. Porque España somos los españoles.

Eso es lo que cada español consciente debe explicar serenamente a cada español que no se da cuenta del tesoro que tiene. Y ahora toca defender ese tesoro.

Es el turno de las fuerzas nacionales y es momento de unidad. De la maestría en la operación de las fuerzas políticas nacionales depende el futuro de todos. Pero seamos optimistas. Que no quepa duda de que la idea política que consiga agrupar a su alrededor a los españoles conscientes, tendrá el poder en un futuro no muy lejano en sus manos. Y que no quepa duda de otra cosa: a lo largo de la historia los españoles siempre se han unido, de forma natural, cuando se tenían que unir. Ahora no será diferente.

Los que aprobamos somos nosotros

La entrevista publicada el 22 de enero de 2017 con el ministro Méndez de Vigo en El País no tenía desperdicio. Tal es así que quizá en próximas entradas la analicemos más en profundidad. El eco de la misma ha llegado a todos los grupos de profesores que hay en la Red provocando furiosos comentarios. Lo más llamativo son sus declaraciones sobre los suspensos que el propio periodista usaba como titular: “He comprendido que repetir curso no es la solución”.

Efectivamente, amigos, el pobre ministro por fin, rodeado por todas partes de los más sesudos exorcistas de la nueva pedagogía ha comprendido. Antes era tonto (al fin y al cabo, es un asqueroso del PP), y no comprendía. Era como San Pablo antes de caerse del caballo. Pero por fin se hizo la Luz y él mismo, no ha tenido más remedio que cambiar de forma de pensar y abrazar enfervorizado el credo de la pedagogía innovadora. ¡Aleluya!

Hablando un poco más en serio, sus declaraciones me recuerdan a las de los judíos quemados en las hogueras por la Inquisición o a las de los pobres rusos asesinados por Stalin en los procesos de Moscú tras confesar sus crímenes contra el estado soviético. No creo que tampoco Méndez de Vigo vaya a correr mejor suerte. Por mucho que Méndez critique a Wert, se haga el progresista y haga la ley más chachi y más guay, siempre le van a tachar de facha y de reaccionario. ¡A la hoguera! Es lo que tiene ser del PP y tener en contra a Wyoming y compañía.

Y claro que todos sabemos que lo que ha dicho el ministro es mentira. Por supuesto que cualquiera que ha dado clase (un maestro, un profesor y hasta un burro de Goya, que también los hay) sabe que la repetición de curso es buena con los buenos alumnos, con los recuperables, con los que han cometido un error, con los que se han abandonado a la molicie porque sus padres lo han consentido o porque se han dejado influir por sus compañeros. Cualquier persona que da clase sabe además que con los alumnos a los que no les ayuda la repetición, no sirve nada más que dejarles pasar de curso para que fastidien a sus compañeros y perviertan el sistema educativo. Decir que la repetición no sirve, tal y como afirman los progres, quiere decir en la práctica (obviamente) que lo que sí sirve es dejar pasar a todos los alumnos que deberían suspender. ¿Alguien se imagina una clase de esquí (o de cualquier cosa, oiga) en la que los que no quieren estudiar retrasen a los que sí quieren hacerlo?

Porque es que además, cualquier persona que da clase sabe que hoy en día solo suspenden los alumnos que no quieren aprobar, los que no van a clase o van como si no fueran. El sistema da a estas criaturas de Dios mil opciones, programas de refuerzo y diversificaciones para que aprueben sin saber absolutamente nada y es tan triste todo que hasta obtienen todos estos seres humanos la misma titulación, tanto el mastuerzo que no pega un palo al agua como aquel héroe (o heroína, que también conocemos esta palabra) que se esfuerza.

¡Como no nos vamos a encender los que damos clase (los maestros, los profesores y hasta los burros de Goya, que también los hay)! ¡Y por eso incendiamos las redes! ¡Por supuesto!

Y eso que no decimos en los claustros, ni en las salas de profesores, ni en las Redes que quien aprueba a esos alumnos son los ministros y los inspectores. Los que firman las notas son el ministro y nuestro inspector. Los que se ponen nerviosos (¿por qué?) cuando llegan las evaluaciones son ellos. Los que votan levantando la mano en los equipos educativos para que el mastuerzo titule aunque tenga dos, tres y hasta cuatro suspensas no somos nosotros, sino el ministro y el director. Los que sabemos hasta qué punto nos corrompen/nos corrompemos somos nosotros.

Los que sostenemos la mentira que cuentan todos los demás somos nosotros con nuestra firma en las actas de evaluación. Y los que luego le echamos las culpas al ministro, al director, a los padres y a todo el mundo menos a nosotros mismos, somos nosotros también.

Y todo eso no es propio de maestros, ni de profesores valientes y comprometidos, sino de los burros de Goya (que también daban clase).

 

La culpa de que no haya reválidas es de Franco

Ministerio de Educación, Madrid

En un artículo anterior, analizaba por qué el pacto educativo ha sido muy difícil en los últimos cuarenta años. Decía que había cinco sectores con poder social que situaban sus intereses como grupos por encima del interés social y del de los estudiantes. Esos cinco grupos son profesores universitarios, los partidos separatistas, los sindicatos y partidos de izquierda, la Iglesia y los centros concertados y los profesores de secundaria y maestros. Hoy quiero tratar las ampollas concretas que levantan las reválidas. ¿Por qué han sido  y son las reválidas la línea del frente de esta guerra educativa?

¿Qué son y a qué llamamos reválidas?

Las reválidas son exámenes que dan lugar a la obtención del título académico correspondiente. En Europa existen las reválidas en bachillerato en todos los países excepto en tres: Suecia, Turquía y España. Estos exámenes garantizan que los aprendizajes de todos los alumnos del país son similares pues las pruebas son organizadas estatalmente.

¿Por qué son buenas las reválidas o exámenes externos?

Aportemos el sentido común. Cuando contratamos un hotel o pensamos ir a un restaurante o hacemos cualquier compra, ¿acaso no acudimos a evaluaciones externas?, ¿o bien nos fiamos de la propia propaganda del local en cuestión sin obtener otras fuentes de información? Dicho de otra manera, ¿por qué existe la Guía Michelín o por qué seguimos los comentarios del Trip Advisor, el Airbnb o Booking? Pues porque son evaluaciones externas, reválidas. ¿Por qué pedimos auditorías en las cuentas de partidos y empresas? Pues porque son evaluaciones externas. ¿O es que a alguien le parece serio que un restaurante se posicione según su propia valoración en la Guía Michelín o un hotel se haga sus propios comentarios en Booking?

Las evaluaciones externas son una garantía de calidad.

Si los títulos dependen de los profesores de cada instituto, todos van a tender a dar por bueno lo que sea, pues si suspenden mucho, su propio trabajo será cuestionado. Es igual que si un cocinero pusiera en la puerta de su local. Aquí, el 50% de los platos están por debajo del 5. ¿Quién va a hacer eso?

¿Pero es que acaso quien paga el sistema educativo, la sociedad, no tiene derecho a evaluarlo?

Obviamente, sí. Es una cuestión de pura lógica y sentido común. Es la forma, además, de garantizar que el trabajo de profesores, alumnos y demás implicados en el sistema es correcto y que el dinero que se invierte en educación y se paga a los profesores está bien invertido. Los profesores universitarios se quejan de que los alumnos de los institutos están mal preparadores y echan la culpa a los de secundaria, y éstos a los maestros… Todos queremos ir a un hospital y que médicos, enfermeros, auxiliares y celadores estén bien preparados y sean amables. Las empresas quieren contratar graduados en Económicas que sepan su trabajo. Esto en España no está garantizado.

Además, las reválidas sirven para que haya una garantía de igualdad de derechos en todos los institutos de España. Al pasar el mismo examen final, todos los profesores se ven forzados a dar los mismos niveles en los centros de los barrios más humildes y en los pudientes y no como ocurre ahora, cuando los sectores más humildes reciben una educación de segunda categoría porque los profesores “se adaptan al contexto”. Hoy, lo cierto, es que el nivel de los institutos es radicalmente distinto. Todo el mundo sabe que las notas de Bachillerato o 4º de ESO se ponen en función de las necesidades de los alumnos para obtener una nota alta que les garantice el acceso a la universidad y la permeabilidad del claustro de profesores a estas presiones. Muchos padres cambian a sus hijos de instituto para llevarlos a los más “benevolentes”. Todo esto acabaría con las reválidas.

Las reválidas se parecen al cuento del traje del emperador (¿recuerdan?: ese que hacen un traje de mentira a un emperador que solo pueden ver los capaces para su cargo) porque son la prueba que  nos van a decir si el emperador va desnudo o vestido realmente; es decir, si el sistema es bueno o malo.

Entonces si son tan buenas… ¿por qué nadie quiere las reválidas?

Pues la respuesta está en el inicio de esa artículo. Los grupos de presión social que dominan el sistema educativo no quieren este sistema de reválidas. Veremos por qué razones.

Los profesores universitarios, verdaderos amos del sistema (son gente ciertamente preocupada por la educación), no quieren reválidas porque son almas tan caritativas que quieren que todas las personas (pero todas, todas) puedan acceder a la Universidad. Es por humanidad. No tiene nada que ver que la instauración de las reválidas supone que el grifo de acceso a la universidad dejaría de estar controlado por ellos. La conferencia de rectores universitarios ha estado machacando al Gobierno hasta que ha conseguido que el examen de selectividad siguiera siendo como hasta ahora; es decir, puesto por las propias universidades y diferente en cada comunidad. ¿Por qué? Pues porque eso les garantiza que el 97% de los alumnos aprueba y por tanto, ellos obtienen las subvenciones que otorga el Estado por cada alumno y, por tanto, les garantiza sus cómodos y vitalicios puestos de trabajo a todos. Si con reválidas de ESO y Bachillerato, la tasa de aprobados bajase al 60% (algo perfectamente posible), la conclusión sería lógica: el 40% de los profesores tendría que ir a la calle. Será imposible que estas buenas gentes estén a favor de las reválidas si no se les garantiza que ellos controlarán el proceso de acceso a la universidad.

Los separatistas tampoco quieren las reválidas ya que han sido elegidos entre los mortales para velar por las esencias de sus patrias inventadas y de bolsillo. Las reválidas las pone el Estado (esa odiosa España, ¡qué asco!) y de esta forma los alumnos tendrían que aprender Historia y Geografía y Literatura y Lengua española forzosamente Y ellos no quieren que los alumnos aprendan la cultura española. Será imposible que estén a favor de las reválidas salvo que estas no sean españolas, sino catalanas o vascas.

Los sindicatos y muchos profesores y maestros son muy buenas personas y se hartan de pedir dinero (al que le llaman calidad) para  el sistema educativo. Pero no quieren reválidas ya que tienen tal confianza en el sistema y en su propia capacidad  como profesionales de la enseñanza que no quieren destacar y ser bien considerados socialmente. Además, bajo ningún concepto quieren segregar a los alumnos y generarles un trauma. ¡Pobres niños! (o mejor chavales, que es la terminología que a ellos les gusta).. Lo cierto y verdad es que las reválidas suponen un elemento de calidad en el sistema que a ellos les aterra. Si se empieza a evaluar externamente a los alumnos, automáticamente se sabrá que tal instituto tiene un 86% de aprobados y otro el 50%, con el consiguiente quebradero de cabeza para esos profesores y centros. Llegará la temida diferenciación… Es más, si eso ocurre en un instituto, bien pronto se sabría qué profesores concretos de este centro garantizan e imparten mejor docencia que sus compañeros. ¿Para qué diferenciarse si todos unidos e iguales somos invencibles? Esto fragmentaría la igualdad por lo bajo que siempre defienden los sindicatos y abriría la puerta a procesos de diferenciación entre los buenos profesores y los malos, cosa que a estos últimos y a los sindicatos les aterra. Solo habrá apoyo de estas personas (que son la mayoría del sistema) a las reválidas si estas no son externas y son los propios profesores quienes ponen las notas a sus alumnos.

Y finalmente, la Iglesia y la patronal de los concertados están en contra de las reválidas (y por ello no han alzado la voz cuando todos los demás se han puesto contra ellas) porque ellos han trucado las notas de sus alumnos de toda la vida. Y esto lo sabe en España cualquier persona que se dedique a la educación. La privada pone mejores notas que la pública. Siempre. Y los maestros de la privada saben muy bien lo que tienen que hacer para mantener su puesto de trabajo y ser bien considerados por su patrón. Cualquier mecanismo que haga que la nota privada pierda peso o desaparezca sustituida por la pública está en contra de sus intereses.

¿Y cómo se defiende todo este conglomerado de intereses inconfesables?

Pues sin confesarlos. Ninguno de estos sectores va a confesar abiertamente que está en contra de las reválidas porque ponen en peligro sus intereses. Y entonces aparecen las divinas palabras  que, como en la obra de Valle Inclán, paralizan a todo el mundo: Las reválidas son segregadoras, injustas y sobre todo, franquistas. ¿Y quién quiere ser franquista salvo para usar el sistema sanitario de la Seguridad Social que fundó el franquismo? Vaya, nos hemos quedado solos, me temo…

Y con esta palabra mágica en la boca, los cuarto sectores sociales se van a los medios de comunicación que controlan  y la repiten sin pudor. Mientras la Iglesia calla… y otorga. Pase que en programas chabacanos y sin ningún rigor como el Intermedio ese chiste cuele, pero es que también aparece esta información en todos los medios separatistas, El Mundo, El País o la Cadena Ser y hasta en la propia Televisión Española, supuestamente controlada por el Gobierno. Y el resultado de todo ello es que  la sociedad española, malinformada y desarmada, acepta que el emperador no va desnudo sino vestido. Las reválidas son franquistas. Punto y final.

Así pues, difícil lo va a tener este país nuestro de cada día para dejar de ser uno de los tres países europeos que no tienen reválidas. Y la culpa, ya lo sabemos, es de Franco.

¿Por qué es tan difícil el pacto educativo?

Congreso de los Diputados, MadridDe todos es sabido que en España no ha habido un pacto educativo nunca. ¿Por qué? ¿Es el diablo quien está detrás del asunto? ¿Por qué una cosa tan elemental no se lleva a la práctica desde hace cuarenta años? ¿Por qué la educación es siempre zona de litigio? Hoy hacemos una pequeña aproximación al asunto.

El lunes, la conferencia sectorial, que reúne a todos los consejeros de Educación de las autonomías con el ministro, fue una balsa de aceite. En las imágenes televisivas podíamos apreciar rostros muy sonrientes y cordiales abrazos. No era para menos. El ministro de Educación, Méndez de Vigo,  les había anunciado a sus adláteres la muerte de la LOMCE. Tal y como sucediera con la LOCE de Pilar del Castillo, la ley del PP no ha resistido dos asaltos. En su lugar, todos los partidos políticos se embarcarán en la creación de un pacto estatal por la educación.

¿Porque ese pacto no se ha producido hasta ahora? ¿Por qué el pacto es tan difícil?

Si ese pacto es tan necesario como todos sabemos, ¿por qué no se ha producido hasta ahora? Pues porque es muy difícil. La educación tiene en España un grave problema y es que las personas implicadas en la misma ponen sus propios intereses por delante del de los estudiantes y del propio país. Eso es lo que ha impedido (y va a dificultar enormemente) un pacto por la educación.

Los culpables o implicados

Pensemos quienes son los sectores implicados y al ver sus intereses, tomaremos conciencia de la dificultad de cuadrar el círculo. Haré un análisis del problema situando sus causas de mayor a menor.

Los separatistas

Por un lado están las fuerzas separatistas, que desde un inicio han concebido el sistema educativo  como el resorte ideal para hacer propaganda de su credo. Y así, comenzaron llevándose las competencias educativas a principios de los ochenta, prosiguieron diferenciando los currículos, prohibiendo o dificultando la enseñanza y el uso del español y ahora emplean  a los estudiantes criados por su sistema como ariete de la separación de España. ¿Cree alguien que una estrategia que les ha dado un éxito tan soberano va a ser abandonada con facilidad? El PSOE acaba de pactar con el PNV que Euskadi es una nación. ¿Una nación, la gran nación vasca, va a renunciar a tener un sistema educativo diferenciado?

Los profesores universitarios

Por otro lado están  los profesores universitarios y la universidad en general, que en España está sobredimensionada. En nuestro país hay unas cincuenta universidades (en California, nueve con cuarenta millones de habitantes), la mayoría surgidas al calor de la LOGSE. Para entender esto, hay que saber  que el profesorado universitario en España entra por enchufe directo. Las universidades desde 1975 han servido para dar trabajo a miles de personas cercanas a los partidos de izquierda (sobre todo PSOE y PCE) pues son los profesores en activo quienes enchufan a los que llegan nuevos por afinidad política. Esto es lo que explica que gran parte de los políticos sean profesores universitarios. Para llenar las universidades y dar trabajo a esta santa compaña es preciso que todos los alumnos  aprueben el bachillerato y que la selectividad o las reválidas no existan o no supongan una criba. ¿Por qué en la prueba de Selectividad, que controlan las universidades, aprueba el 97% de los alumnos? ¿Por qué es tan fácil aprobar ahora las carreras? Como en los juicios americanos, no hay más preguntas. Estos señores viven del sistema y no querrán bajarse de su posición. Están más preocupados por mantener su puesto de profesor universitario que por el futuro de sus alumnos al acabar sus estudios. De ahí su oposición al Plan Bolonia.

Los sindicatos y partidos de izquierda

Otra pata del banco son los sindicatos y las fuerzas de izquierda, que también esperan que el sistema educativo ideologice a los alumnos, preocupándose mucho más de que se les aleccione en  valores supuestamente progresistas como el pacifismo, el feminismo o el ecologismo que en que los profesores sean buenos y los alumnos aprendan sistemas de ecuaciones y sean evaluados objetivamente.. Es algo parecido a lo que hacen los nacionalistas, pero aplicado a la ideología de izquierdas. Para contar con más fuerzas en los centros impusieron los consejos escolares, ganando a padres indómitos en defensa de sus intereses (los de las fuerzas de izquierda).

Los centros concertados y la Iglesia

Otro elemento clave son los centros concertados, que están más preocupados por el dinero que les da graciosamente el Estado para pagar las nóminas de sus empleados y por la libertad para imponer sus criterios ideológicos y curriculares en los centros que por el futuro de los alumnos españoles. Esto quiere decir que a estos empresarios les va mejor cuanto peor vaya y más se desprestigie la educación pública, por lo que el deterioro de los centros públicos en los últimos veinte años les ha venido de perlas. No hay que olvidar tampoco que la mayor parte de estos centros concertados forman parte de la estructura de la Iglesia Católica, por lo que a sus intereses económicos se unen los religiosos.

Los profesores de instituto y los maestros

Y finalmente, forman parte del problema una gran parte de los profesores de instituto y de los maestros del sistema público, que están más preocupados por vivir de forma cómoda y tener un trabajo eterno que por el futuro de sus alumnos. Una parte importante de ellos ha accedido a la docencia y hasta se ha convertido en funcionario sin superar unas pruebas exigentes. A todos se les llena la boca de Finlandia, pero lo cierto es que las pruebas de cultura general para las oposiciones de maestro de la comunidad de Madrid fueron suspendidas por más del 80% de los maestros que se presentaban. Y preguntaban cosas como las provincias por las que pasa el Duero; es decir, los mismos conocimientos que ellos han de impartir. Esta es la situación real del profesorado en España. ¿Por qué muchos profesores no quieren reválidas ni ninguna prueba externa? ¿Acaso no le va mejor a un mal restaurante una guía Michelin donde cada uno se ponga sus estrellas?

Dios bendiga el pacto

Como podemos ver, son muchas las fuerzas más preocupadas por si mismas que por el futuro de los alumnos. Eso es lo que explica que no haya habido hasta ahora un pacto por la educación y eso es lo que explica que este pacto sea tan difícil.

En todo caso, hay también elementos a favor y es que por primera vez los partidos parecen decididos a hacerlo. Esperemos que sean capaces de cuadrar el círculo por el bien de todos. Ah, y que el pacto sea bueno… que esa es otra.