¿Millenials o niños mimados?

Leo hoy en la edición catalana de El País que el jefe de los Mossos d’Esquadra, José Luis Trapero, se queja de que los nacidos entre 1980 y 1995, que suponen el 16% de la plantilla, están capacitados para tomar el relevo, pero que tienen “poca paciencia y baja tolerancia a la frustración. Están acostumbrados a tener todos los recursos y medios. Lo tienen que tener todo de forma inmediata. Eso se expresa de forma continua como una queja por falta de medios.”

¿De dónde surge este comportamiento? ¿Tendrá relación con que una parte de esta generación se ha visto obligada desde su más tierna infancia a buscarse la vida por sí misma? ¿O quizá con el hecho de que sus padres les negasen a sus vástagos la paga semanal y les obligasen a trabajar? O a lo mejor es por lo mucho que los profesores les han hecho estudiar para aprobar el Bachillerato, la Selectividad y la carrerita. ¿No será porque los periodistas se han hartado de decirles que antes que el desparpajo y la rebeldía está la educación y la experiencia?  ¿O es porque los sucesivos Gobiernos han reconocido el fracaso del sistema educativo por nuestra posición en PISA?

Yo nací en 1966. Mis padres no me daban paga, no me rellenaban las matrículas y no iba al instituto a que me motivaran sino a que me transmitieran conocimientos. No me quejaba mucho y no lloraba jamás, porque desde niño me habían dicho que los hombres no lloran. A mi alrededor vi la crisis del petróleo de 1973, vi derrumbarse toda la industria nacional por la reconversión industrial de los ochenta y vi a cientos de yonquis robando por las calles para pagarse sus dosis. Existían el Jaro y el Vaquilla. Eran famosos. Pero ahora escucho que los mismos que tienen un Iphone 6 o 7 y llenan terrazas, playas y discotecas, han vivido y viven la crisis más dura de la historia. Vivir para ver.

Criar entre algodones tiene sus consecuencias. La más importante: la incapacidad de madurar y comprender que la realidad nunca será como la deseamos.

Desgraciadamente, a una parte de los nacidos entre 1980 y 1995 en España, sus padres les enseñaron que, como hijos, podían menospreciarles, exigirles y cobrarles una paga semanal sin dar ni un beso a cambio, sus profesores les enseñamos que para aprobar no hacía falta esforzarse (¡Viva la LOGSE!), los medios de comunicación halagaron su agresividad y rebeldía para venderles todo lo vendible (que, por supuesto, pagaban sus padres) y los Gobiernos les entronizaron como la generación mejor preparada de la historia para aumentar sus réditos electorales. ¿Por qué todo eso iba a ser mentira? En realidad no son millenials, sino la generación estafada, como yo indicaba ya hace años en mi blog «El nuevo claustro»

Ahora, hasta hay un partido en España que ha convertido en programa político con aura de utopía su rabieta de niños estafados al ver que los Reyes Magos no existen. La película de Disney duró demasiado tiempo y alcanzar la realidad con treinta años es muy difícil. Y las consecuencias las estamos pagando y las pagaremos todos. Porque de la rabia al odio no hay más que un paso.